Como ya os habréis enterado, (Des)encanto no ha gustado lo suficiente, y es que había generado unas expectativas muy altas que ni por asomo ha cumplido. Más allá de criticar el hilo de la serie y la falta, quizás, de profundidad en algunos aspectos, me gustaría hablar de por qué yo no considero que se trate de una serie feminista.
Parece que nos han vendido que una mujer borracha y a la que no le importa mostrarse tal cual ya es feminista por hacerlo, pues no. La princesa Bean se rebela frente a su padre, como podría hacer cualquier adolescente. Rebelarte en contra de una figura de autoridad es una revolución, que sea feminista o no, es otra cosa. Y digo que no es feminista porque Bean no lucha por nada en particular, parece que hay un imán que la obliga a alejarse del castillo constantemente. En los primeros capítulos nos engañan haciéndonos creer que Bean no quiere casarse porque tiene una conciencia feminista, cuando lo que pasa en realidad es que no quiere casarse porque es rebelde. No hay conciencia feminista aquí, a la princesa no la vemos luchar por nada más, ni tampoco habla sobre su realidad como mujer. Bean no quiere casarse y da la casualidad de que no querer casarse se asocia con ser feminista. De hecho, no querer casarse porque es una imposición para las mujeres, sí es feminista. Pero tampoco sabemos si los deseos de Bean de no casarse tienen más relación con el feminismo o simplemente con una rebelión propia de los adolescentes.
Nos han engañado vilmente, Bean es un personaje plano que no va más allá y en ningún momento se enfrenta a alguien por su condición de mujer. Bean ha cruzado el camino feminista por casualidad, pero no con intención. Lo que pretendía ser una serie feminista ha acabado siendo una serie que flojea y a la que es difícil desentrañar trama principal. Lo cierto es que sí hay momentos en la serie en que critican con humor algunos comportamientos machistas y normalizados. Uno de esos momentos es cuando el rey destierra a su hija diciéndole lo siguiente: “¡No vales como princesa, no vales para monja! ¡Para chicas no hay más oficios!“. Y es que, al parecer, ya no hay más oficios que pueda desempeñar una mujer.
A continuación, y después de que su padre la eche del castillo emprende una búsqueda de trabajo. Uno de los empleos que encuentra es como verdugo. Mientras ve a aquellos a los que debe castigar, establece una conversación cordial con uno de ellos invitándole a cenar. Bean empieza a divagar, no sabe muy bien a dónde ir y esto supone una tortura para el torturado. La serie sigue con los tópicos machistas sin tener mucha gracia. Más tarde, Bean intentará poner fin a la bruja de Hansel y Gretel. Mientras todo esto pasa se escucha entre el público un “¡Quítate la blusa!”. En varias ocasiones vemos menciones al lenguaje neutro o inclusivo con el “bandoleres” con el que se identifican los bandoleros o la frase del grifo: “El género es un espectro”. He de confesar que el “bandoleres” me hizo gracia porque no te lo esperas. La serie no trata el tema, ni mucho menos, simplemente suelta cosas que debemos pillar. El caso es que no entiendo la finalidad de ello, en ningún momento van más allá con el tema feminista o el lenguaje inclusivo. De hecho, el capítulo con el que más podrían haberse lucido es en el de la giganta Tess, pero no lo hacen.
Por otra parte, uno de los personajes que creo que habría añadido valor a la serie es el personaje de la reina Oona. Esta mujer de lengua bífida terminará mal, sí, porque la serie casi termina su primera temporada haciéndonos creer que ella era la villana. No sabemos muy bien qué ha pasado con Oona, pero espero que cobre un papel más importante en la segunda temporada. Dicho esto, también es verdad que los personajes que aparecen son muy básicos, no evolucionan. Vemos que Bean es exactamente igual al principio que al final de la temporada. Y en cuanto a los personajes de Luci y Elfo, me han decepcionado profundamente. Espero que en la próxima temporada recaiga más peso en los personajes femeninos, ya que a mi parecer, son los más interesantes. Nos vemos.
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